El fracaso de la Regla Fiscal
Erik Haindl Decano Facultad de Negocios, Ingeniería y Artes Digitales U. Gabriela Mistral
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Erik Haindl
Para tener un déficit fiscal sostenible, lo clave es que la deuda pública no aumente más rápido que el PIB. Esta condición no se ha cumplido en los últimos años en Chile, y la relación deuda/PIB subió explosivamente del 4% al 25% en la última década.
En el periodo presidencial pasado esta relación casi se duplicó, lo que significó un recorte en la clasificación del riesgo país. Si esto no se corrige en los próximos años, se pueden prever nuevos recortes.
En la década pasada se intentaba estabilizar la situación fiscal utilizando un objetivo intermedio, que era el Déficit Fiscal Cíclicamente Ajustado (DCA). En teoría un equilibrio en el DCA debería ser consistente con la estabilización de la relación deuda/PIB. De hecho, se constituyó un Consejo Fiscal para velar por el cálculo y el cumplimiento del DCA.
Mientras el ministro de Hacienda señalaba que estaba cumpliendo con las metas del DCA, y el Consejo Fiscal le llevaba el amén, presenciábamos una verdadera explosión en la relación deuda/PIB, que nos llevaba directamente al desastre.
Es importante reconocer que por una u otra razón –dificultad para el cálculo correcto de la DCA, facilidad para manipular el indicador, la picardía latina– el déficit fiscal estructural, DCA, no cumplió su objetivo y la actual Regla Fiscal fue un completo fracaso. Tampoco sirvió para nada tener un Consejo Fiscal que no logró alertar a las autoridades de su manejo fiscal poco responsable.
¿Qué se puede hacer? Hay que abandonar el esquema actual que nos condujo a este desorden fiscal. No hay que calcular más el DCA y el Consejo Fiscal actual es mejor disolverlo, por irrelevante. Si a futuro se llega a un nuevo Consejo Fiscal debería concentrarse en las finanzas públicas en general, y no en el DCA.
Lo primero es fijar como objetivo de la política fiscal la estabilización de la relación deuda/PIB. La variable de ajuste para lograr este objetivo es el déficit fiscal efectivo. Éste debería planificarse de modo de estabilizar la relación anterior en un horizonte de tres años.
Este compromiso debiera ser explícito y conocido. Por cierto, puede haber diferencias, pero ellas deberían poder explicarse fácilmente en términos de desviaciones del nivel de actividad y del precio del cobre.
Lo segundo es que los presupuestos deben ser hechos sobre bases realistas. En la planificación de un gasto para el año siguiente, la base de la proyección debieran ser los gastos efectivos realizados y no lo presupuestado para el año anterior. Los ministros y jefes de servicio deberían ser responsables de ejecutar su presupuesto, y culpables ante una sobre-ejecución de éste.